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Se muestran los artículos pertenecientes a Febrero de 2008.

RAMÓN BAYO

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     Decía Ortega que un historiador es un profeta al revés. Don Ramón Bayo Valdés, coleccionista de instantes, aficionado desde chico al recuerdo,  pasó los mejores años de su existencia inventariando enseres, recomponiendo, con paciencia y pulcritud de relojero, las esquirlas desprendidas de un pasado por el que  transitaba convencido de que nada de lo que fue digno un día debe desaparecer. A esa afán consagro el rumbo de las horas, en ese empeño trabajó con vocación de amanuense, sin importarle lo más mínimo que, también sobre su fotografía, un día el tiempo habría de ponerse amarillo.

     Cuentan los que tuvieron la suerte de tratarle que, en su domicilio de la calle San Francisco, se hallaba el código genético de nuestro pasado más decente: fotos de un Puerto con las fachás  encalás, calles de chinos peluos,  etiquetas de botellas de vino que aún conservan el esplendor de una ciudad que vivía las vendimias como una epifanía. Aquella casa era un reverbero humilde que iluminaba, tenaz y orgulloso, la entrada en un porvenir por el que era imposible extraviarse.

     ¡Qué quietas están las cosas y qué bien se está con ellas!, escribió Juan Ramón Jiménez, como si conociera de toda la vida a nuestro paisano. Se fue Don Ramón soñando con recogerlas en un museo, aunque  ya intuía, con el pesimismo esperanzado de los sabios, que aquella promesa de ubicar sus colecciones en los bodegones de la Plaza de Toros era una argucia falaz para mercadear unos cuantos votos. "El día de mañana estas piezas se perderán para el Puerto", vaticinó poco antes de partir a explorar otros lugares.

     La segunda muerte del señor Bayo, tuvo lugar, como saben, hace unos días. El legado de nuestro coleccionista más inquieto se irá, si nadie pone coto al despropósito, fuera de la ciudad, y será gestionado por manos privadas.

     Me debo estar quedando sordo, porque aún no he oído a la primera autoridad municipal responsabilizar al anterior equipo de gobierno, a la Junta de Andalucía y a Rodríguez Zapatero, de este desprecio intolerable.

     (Columna publicada en Diario de Cádiz el 02-02-2008)

           

01/02/2008 18:40 Pepe Mendoza #. RAMÓN BAYO Hay 2 comentarios.

ESE CADÁVER

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     Sabemos que la fé mueve montañas, que mientras hay vida hay esperanza y que hay muertos que gozan de una salud de hierro. Los más fervorosos, incluso, se atreven a asegurar que, además del alma, también la carne, ese envoltorio débil y atrevido, gozará un día de la propina generosa de la resurrección. Sabemos todo eso y muchas cosas más, pero también nos han dicho que eso no sucederá, si sucede, hasta el final de los tiempos, así que mientras tanto, deberíamos aceptar, con resignación cristiana, que la vida es bella pero efímera.

     Hay algunos, sin embargo, que creen que las evidencias también engañan y llevan casi un cuarto de siglo intentado reanimar un cadáver que ya huele a perros muertos. Si los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía, los delirios cutres y subvencionados desembocan, irremisiblemente, en el patetismo. Así que, por el bien de nuestra salud popular, deberíamos asumir, sin rasgarnos los disfraces, que el Carnaval portuense hace ya mucho que debería reposar en el patio de los calladitos. Sacar cada febrero en procesión el cadáver de ese anciano sabio y libertino, es un delito de profanación tipificado en el Código Penal, que impone pena de prisión a aquellos que falten al respeto debido a la memoria de los muertos. Ver ultrajados cada año los recuerdos musicados de los más viejos del lugar, pasear el sábado por la noche por el centro viendo fantasmas que se llaman a sí mismos poetas, contemplar ruborizados ese botellón itinerante (cabalgata, le llaman todavía), es, ciertamente, un espectáculo que deberíamos ahorrarnos, en el sentido más economicista del término.  

     Lo dramático no es que el Carnaval del Puerto haya muerto. Es ley de vida. Le enterramos, le damos laica sepultura y le rezamos un responso chirigotero en Cádiz, ciudad en la que vive su hermano mayor y en la que, allí sí, el ingenio es sublime sin interrupción. ¿No se mancomunan los servicios? Pues mancomunamos también las fiestas: ellos ponen las coplas en febrero y nosotros las copas en abril.

     Lo dramático es ver a lo momia de Don Carnal vagar, cada año, como alma en pena, reclamando una muerte digna.

     (Columna publicada en Diario de Cádiz el 16-02-2008) 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

15/02/2008 16:18 Pepe Mendoza #. ESE CADÁVER Hay 2 comentarios.

VICTORIA

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     Estaban definidas todas las distancias, pero decidió achicarlas justo el día en que resolvió acabar con un dolor de años. Esa mañana, al levantarse, recogió su corazón hecho pedazos, se miró al espejo sin verse, le dio con la puerta en las narices a la cobardía y, sin mirar atrás, salió agarrada a la esperanza, que era su vida misma defendiéndose.

     Con la debilidad de las convalecientes, caminó sin parar echándose a la espalda la carga pesada de sus dudas. En rebeldía contra la resignación, en plena discusión con su pasado, quiso parar pero sus pies  no la dejaron. Ligera de equipaje y de autoestima llegó al Centro municipal de Información de la Mujer. Nadie podía quitarle ya la gloria  del intento. Era como si la pena hubiera encontrado una salida al mar. Miró el mapa de la felicidad y comprobó que  no había camino de vuelta, que no había ni una sola carretera secundaria que la llevara al lugar por donde había venido.

     Cuentan los que la acompañaron en ese peregrinar hacia la libertad que era una mujer con una gran capacidad intelectual, educada y llena de inquietudes. Elegante y de sonrisa fácil, de una dulzura humilde. Que el dolor no había emponzoñado su carácter. "Una señora", en palabras de la Directora del Proyecto Avante, programa de formación y empleo destinado a mejorar la inserción laboral de colectivos en riesgos de exclusión social y en el que Victoria participó en el módulo de Geriatría. Dicen los que la trataron que empezaba a disfrutar de las cosas menudas de la vida, a andar sin muletas machistas, a ser una naranja entera, a bendecir sin complejos  su dignidad de mujer.

     Estaban definidas todas las distancias, hasta la que le impedía acercarse a su ex pareja porque, curiosa justicia esta,  era sobre ella, y no sobre su matarife, sobre la que  pesaba una orden de alejamiento. Estaban definidas todas las distancias, todas salvo la delgada línea roja, roja de sangre, que separaba el alma podrida de su asesino, de la esperanza amable de Victoria, que era, como ya se ha dicho, su vida misma defendiéndose.

     (Columna publicada en Diario de Cádiz el 01-03-2008)

           

             

           

29/02/2008 19:31 Pepe Mendoza #. sin tema Hay 1 comentario.


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