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Se muestran los artículos pertenecientes a Octubre de 2009.

QUE MUERO PORQUE NO MUERO

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     El científico norteamericano Ray Kurzweil ha asegurado que en veinte años (veinte años no es nada) alcanzaremos la inmortalidad, incluidos los legionarios, que tendrán que ir pensando ya en cambiar de novia. Así que si usted llega vivo/a  al 2029, vaya preparándose para lo peor. La nanotecnología (en adelante, la nano), un campo de las ciencias aplicadas dedicado al control y manipulación de la materia, hará posible reemplazar nuestros órganos vitales por vísceras artificiales.

     Como remedio contra la enfermedad, nos parece bien que la nano se preocupe por aumentar la calidad y calidez de vida de aquellos que fueron arrojados a la existencia hace menos de un siglo (un siglo ya es algo). Si un estudiante de Filosofía echa una mañana el hígado por la boca, después de oír en la radio a Leire Patín o a Federico Trillo, está muy bien que un "cirunano" se lo reemplace antes de entrar en clase, para que después pueda volver a echarlo al escuchar al profesor de Ética, y así, sucesivamente. O si a Diego Tristán, debido a la acumulación de partidos, se le sale un domingo el corazón por el escudo de la camiseta, tranquiliza bastante que los avances médicos permitan que se le pueda zurcir un corazón de plástico o hacerle un transplante de escudo.

     En lo que no podemos estar de acuerdo es en pasar las tardes de la eternidad junto a un brasero que no calienta y un dolor sin fecha, sumidos en una vejez interminable, viendo como el tiempo, ya abolido, sigue poniéndose amarillo sobre las fotografías. No se quién le habrá dicho al Sr. Kurzweil que queremos ser inmortales. Yo por lo menos,  prefiero ser polvo enamorado a pellejo arrinconado.

     Eso sin contar con los daños colaterales que provoca esa condena perpetua: la imposibilidad de disfrutar con el primer café de un obituario bien escrito, la desoladora certeza de que tu cuñado seguirá vacilándote por los siglos de los siglos...

     El listo ese desconoce que la vida es bella porque es efímera. Que no hay compasión en los huesos del tiempo. Por cierto, ¿alguien sabe qué va a pasar con la Resurrección?

     (Columna publicada en Diario de Cádiz el 08-10-2009) 

 

08/10/2009 08:05 Pepe Mendoza #. QUE MUERO PORQUE NO MUERO No hay comentarios. Comentar.

HAY UN AMIGO EN MÍ

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     Menudo berrinche se cogió el otro día, mientras leíamos el Diario juntos, el niño que aún me habita. Al chaval, que cuando menos le espero me sale de dentro, hay que entenderle: rebelde y ocioso, continua jugando en la vieja calle a esa edad en la que uno está dispuesto a comprar a cualquier precio una certeza. Y ahí sigue, fiel a su mundo de siempre: las aventuras de los payasos de la tele, aquella novia primera con la que jamás cruzó palabra, el Atlético de Ufarte, Luís, Gárate, Irureta y Becerra. Uno intenta tratarle con toda la ternura de la que es capaz, aunque he de reconocer que a veces me puede su insultante inocencia, virtud que yo empecé a echar en falta cuando dejé de ser él, no se si me explico.

      De un tiempo a esta parte, no gana para disgustos mi pequeño amigo del alma. El último, ya digo, se lo dio el columnista de este periódico Francis Gallardo, que anteayer  aseguraba que Uri Geller, el hombre que allá por 1975, en el programa "Directísimo"  de José María Iñigo,  paralizó España declarando la guerra a todo tipo de cuberterías, era un impostor. Ni fuerza mental, ni leches: tenía las yemas de los dedos pringadas de una sustancia con componentes de aluminio que degradaba en frío el acero inoxidable de las cucharas. Y lo relojes los ponía en marcha con unos micro imanes que llevaba camuflados en las manos.

      Mentira cochina, dijo Pepito. Otro mito al carajo (como Fidel, como Brigitte Bardot, como la transición democrática), dije yo. Lo peor de los mitos, intenté hacerle ver con mucha delicadeza, es que encienden el corazón pero no el cerebro. Ahora me dirás que la inclinación prodigiosa de Locomotoro, digna del mejor contorsionista, es otra falsificación de la Historia, o que Chencho no se perdió sino que lo abandonaron,  o que la abeja Maya no vivía en un país multicolor sino en un país de mierda, bramó llorando antes de esconderse en mi interior, más concretamente en una de las habitaciones oscuras de mi infancia, que es la suya.

      No sabe ese niño que la decepción, como él,  va por dentro.

      (Columna publicada en Diario de Cádiz el 22-10-2009)

 



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