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MALOS SUEÑOS

Soñé que los de 3º B estábamos sentados en la clase de siempre. Todo conservaba el esplendor de aquellos años, pues el tiempo se había olvidado de pasar por el edificio, por el patio de recreo, por la fuente que siempre sonaba. Todo menos nosotros, los de entonces, ya cincuentones con visibles cicatrices de guerra. El caso es que, las cosas de El Inconsciente, aún llevábamos aquel babi azul marino con las iniciales bordadas en la pechera.
De pronto, el salón se quedó a oscuras y tronó una voz que hablaba como hablaba Dios en el Antiguo Testamento: “Todo fue mentira salvo alguna cosa”. No dijo ficción ni fantasía, dijo mentira. “La caja de Pandora y los niños, del libro de Senda, era una caja B que no guardaba vientos sino tempestades”, soltó al inicio de su filípica. Dijo que los viajes por todo lo largo y ancho de este mundo que se pegaba el Capitán Tan los hizo con una tarjeta opaca, y que llegó a quedarse incluso con la pensión de jubilación del Tío Aquiles. Dijo que el rancho de Bonanza y la casa de la pradera se construyeron en terrenos no urbanizables, con la cooperación necesaria de un par de sheriffs que los recalificaron sólo unos días antes de que comenzaran las series.
Dijo que la ruleta de los Juegos Reunidos Geyper estaba manipulada. Dijo que Don Pepito y Don José terminaron encontrándose también en comisaría, porque el primero acusó a su amigo de birlarle las joyas a su abuela, a la que veía con regularidad, tal como reconocía abiertamente en el estribillo de la canción. Dijo que a los de los Autos Locos y a Kung Fu les abastecía el mismo camello. Dijo que aquel negrito del África tropical que trabajó para Cola Cao murió de Ébola. Dijo que las muñecas de Famosa no se dirigían al portal sino a un club de alterne. Dijo que la abeja Maya no vivía en un país multicolor sino en un país de mierda. Dijo que el gol de Rubén Cano a Yugoslavia fue una falacia más de la Transición.
En la pesadilla, me sentí igual de estafado que cuando descubrí en los primeros setenta toda la trama de la Operación Incienso, aquella red de complicidades adultas que escondía la verdadera identidad de los Magos de Oriente.
Cuando desperté, menos mal, Pepito todavía estaba allí. Jugando, como si tal cosa.
(Diario de Cádiz, 6 de noviembre de 2014)
UN DOLOR DE MUELAS

En líneas generales, el trabajito que hizo Dios en solo una semana fue de categoría. Hay algunos que le critican que el domingo, para rematar la faena, en vez de espatarrarse en el sofá y leerse hasta las esquelas del primer número del Génesis, debió de echar por lo menos medio día. Pero ya sabemos que de desagradecidos está el universo lleno, que el cosmos está hasta arriba de enteraos. Crear una atmósfera, por poner solo un ejemplo de excelencia en la Creación, no está al alcance de cualquiera.
Sí que es cierto que en la planificación del trabajo se podría haber afinado un poco más. A lo mejor el sábado no era el día más indicado para darle alma, corazón y vida al bicho humano. Por muy omnipotente y omnipresente que se sea, el cansancio acumulado debió pasarle factura (separar la luz de las tinieblas y el cielo de la tierra debieron ser dos peonás agotadoras). Igual también en el convenio decía que la jornada era de lunes a viernes y le dio un pronto de esos tan suyos que tanto temían en el Antiguo Testamento. Que le arrancara a Adán una costilla sin anestesia para sacar de ahí a Eva, además de generar un mal rollo en la pareja que aún no se ha resuelto, deja entrever que el clima laboral de aquel sábado primero debió de ser bastante tenso.
Para mi gusto, el pero más grande que se le puede achacar en esos siete días que estremecieron al mundo tiene que ver con su escasa pericia como protésico, pues los dientes, sin ánimo de ofender, nos los puso a la carrera. A uno le pueden doler muchas cosas por dentro y por fuera, y hay días en los que no podemos con la vida, pero es solo con un dolor de muelas con los que uno deja de creer automáticamente en todo. Confieso que durante ese martirio inmisericorde, yo he perdido alguna vez la fe en Dios, en la comunión de los santos y en el perdón de los pecados, en el Papa Francisco y hasta en el Atlético de Madrid. Con un dolor de muelas uno aborrece la existencia y de lo único que tiene ganas es de, con perdón, cagarse en todo, creación incluida.
En líneas generales, insisto, el trabajo fue impecable. Pero en algunos acabados y en las muelas, el Sumo Hacedor pudo, espero que no se moleste, haberse esmerado un poco más.
(Diario de Cádiz, 21 de noviembre de 2014)