Se muestran los artículos pertenecientes a Septiembre de 2014.
LA BUENA EDUCACIÓN

Albert Camus fue siempre un tipo agradecido. Nada más recibir el Nobel de Literatura, le escribió una emotiva carta a su maestro de primaria, German Louis. “Cuando supe la noticia pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto”. La madre de Camus, viuda, sordomuda y analfabeta, fregaba suelos de sol a sol en un barrio obrero de Argel. Al señor Louis le costó convencerla de que Albert era un niño demasiado avispado para dejar de estudiar y ser explotado en empleos precarios, por mucha falta que hiciera el dinero en casa. Como no se fiaba, acompañó al chico en el tranvía al examen de ingreso en Bachillerato, lo dejó en la puerta del Instituto y esperó sentado en un banco el resultado. Superada la prueba con nota, aquel maestro generoso y tozudo consiguió que le concedieran una beca.
Comienza un nuevo curso escolar y piensa uno en la cantidad de camuses, que, pese a contar con el talento necesario, se malograrán por falta de madurez personal y de apoyo familiar, por la ausencia de políticas consensuadas que prohíban las ocurrencias partidistas y faciliten de facto el derecho de todos a una buena educación. El 25% de los jóvenes españoles, uno de cada cuatro, ni estudia ni trabaja. En nuestra Comunidad, esa que un día fue imparable y acumula no sé cuántas modernizaciones, nos salimos de las gráficas: estamos en un 28,8%, casi 4 puntos por encima de la media nacional y 16 por encima de la europea.
La educación pública se desangra y las señoras y los señores Louis que se dejan a diario la voz, la paciencia y la salud en las aulas no dan abasto. Son los valerosos maestros y maestras que trabajan humildemente por disminuir el abismo cultural que separa a los formados de los ignorantes. Los que hacen lo imposible para que el talento de los más desfavorecidos no se pierda. El de aquellos que, como dice Muñoz Molina, “más necesitan la escuela para avanzar socialmente, para descubrir y desarrollar sus propias capacidades, para encontrar un sitio justo en el mundo”. O, por lo menos, un poco menos injusto.
(Diario de Cádiz, 12 de septiembre de 2014)
MISTERIOS

De entre los innumerables misterios sin resolver a los que el ser humano no ha logrado dar respuesta a lo largo de la Historia, hay uno que me tiene comida la moral desde que me casé: ¿dónde están los calcetines que perdemos para siempre, dejando triste y sola, como se queda Fonseca, a su pareja de toda la vida? A este enigma inescrutable ha consagrado uno muchas horas de las tareas domésticas sin resultado alguno. Durante más de dos décadas he abierto líneas de investigación que pudieran darme alguna pista fiable sobre el paradero de tantas criaturas de algodón, lana o nailon que hoy sobreviven desamparados en mi casa, refugiados en una bolsa de Mercadona, esperando noticias del que un día fue su uña y carne aunque en pies distintos. El asesinato de Kennedy, la identidad de Jack El Destripador o la venta de APEMSA son a priori casos más complicados, pero se sustentan sobre teorías más o menos contrastadas. Lo de los calcetines, sin embargo, como las obras de la Avenida Micaela Aramburu, sigue formando parte de la categoría de fenómenos paranormales.
Mi obsesión por encontrar una explicación racional a esa diáspora silenciosa me ha llevado a hacer cosas que ustedes no creerían. En los primeros años de mi matrimonio llegué a pensar que era mi mujer la que los escondía para probar mis niveles de celo en las tareas domésticas. He lavado los calcetines a mano, los he guardado sin lavar y hasta los he tenido puestos durante semanas para asegurarme de que seguían juntos. Vale, sí, una guarrada, pero siempre lo he hecho por necesidades de la investigación. Todo para nada. Al final -o le cogen la vuelta a la lavadora o te la cogen a ti-, desaparecen. Una fuerza telúrica, un triángulo de las Bermudas en el epicentro del centrifugado hace que diariamente en el mundo millones de esos humildes intermediarios entre el pinrel y el zapato se conviertan dramáticamente en singles. En la película Mad Max 3: Más allá de la cúpula del trueno hay una frase que viene al pelo: "Dos hombres entran, sólo uno sale". Lo mismo que pasa con los calcetines cuando los introducimos en ese útero electrónico.
Y hablando de súbitas desapariciones y de fenómenos paranormales: ¿alguien sabe algo de Antonio Jesús?
(Diario de Cádiz, 26 de septiembre de 2014)