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BRINDEMOS

Sin ser malo del todo, no pasará 2015 a mi historia personal como uno de los mejores años. Pero me tengo prohibido quejarme desde hace siglos. Perdí a una amiga del alma con la que quise mucho y con la que me sigo viendo casi a diario cuando el Más Allá y el Más Acá se funden en su frontera de penumbras. No pasé hambre, ni frío, ni sentí el desamparo del desamor, ni la salud me jugó malas pasadas más allá de algunos achaques propios de la edad. No olvidé ninguno de los 365 días pasados mi estatus injusto de privilegiado. Pertenezco por una de esas extrañas carambolas del destino a ese porcentaje ínfimo de seres humanos que tiene sus necesidades básicas cubiertas. Es mucho más de lo que merezco.
Es bueno recordar, también, que no es el tiempo lo que pasa, sino nosotros mismos. Cuando ya tenemos empaquetados estos doce meses para subirlos al altillo de la memoria, hay que volver otra vez a Don Antonio Machado: Ni el pasado ha muerto, ni está el mañana ni el ayer escrito. Así que habrá que seguir caligrafiando a veces con trazo firme, a veces con el pulso tembloroso, este relato personal en el que se entrecruzan el drama, la comedia y la magia, y en el que somos el actor o la actriz principal.
El relato trata de dejar una herencia digna y decente en lugar de una vida en ruinas. De buscar nuevas aventuras en las que desfacer los entuertos que nos impiden ser felices y hacer felices a los demás. Como dice Juan Talllón, adentrándose en la niebla como si tras ella esperase Ingrid Bergman para subir a un avión y huir de Casablanca.
Brindemos, pues, por la hazaña de seguir vivos, todo un milagro tal como están las cosas. Salud.
EL DINOSAURIO

A principio de los 70, cuando yo hice la primera comunión y El Lute mutis por el foro del Penal, el dinosaurio ya estaba allí. Cuentan los más memoriosos del lugar que entonces era un Ultrasaurus joven y arribista. Llevaba, dicen, una libretita en la que apuntaba cosas. Tomaba nota de todo tan bien y transmitía la información a las autoridades pertinentes con tal celo profesional que llegó a ser Consejero Local del Movimiento.
Una mañana de noviembre de 1975, la radio nos despertó con la noticia de que el dinosaurio más depredador y sanguinario, el Tyrannosaurus caudillus, acababa de extinguirse él solo. El nuestro seguía ahí, aunque, renovarse o morir, ya en pleno proceso de readaptación al medio (al medio ambiente, para ser exactos). En un ejercicio de mimetismo que hubiera hecho llorar de emoción al mismísimo Darwin, adquirió para siempre esa habilidad en la que solo el camaleón y David Bowie han alcanzado la excelencia: el cambio de coloración. De un día para otro pasó del azul falange al rojo socialdemócrata. Cara al sol con la camisa nueva, en pie famélica legión.
En 1984 me fui a la mili y cuando regresé de ese secuestro legal nuestro dinosaurio seguía estando ahí, ahora colocado en el Área de Medio Ambiente del Ayuntamiento. Con su contrato laboral los hermanos Marx hubieran hecho un remix magnífico de aquel diálogo surrealista de Una noche en la ópera. La parte contratante de la primera parte la había firmado él mismo como empresario y la parte contratante de la segunda parte la había firmado él mismo como trabajador. Hay que tener mucho talento para contratarse uno a sí mismo en una Administración pública para toda la vida, no me digan que no. Y para llegar a ser Jefe de Servicio sin tener ninguna titulación.
Desde entonces es el rey del mambo del Parque Jurásico. Gobernaron comunistas, socialistas, independientes, peperos y todos miraron para San Cristóbal cada vez que el dinosaurio exhibía su ancestral poderío. Ahora son los tres tenores del tripartito los que silban cuando le preguntan por la penúltima jugada del Ultrasaurus del Polvorista: los 90.000 euros tirados en el centro de animales de Las Viñas.
Cuando despertemos, el dinosaurio, como el de Monterroso, seguirá estando ahí. Apuntando cosas.
(Diario de Cádiz, 15 de enero de 2015)
MÚSICA DE VIENTO

Como en esos estadios en los que los aficionados más exigentes no se conforman solo con la victoria de su equipo sino que quieren que además juegue bien al fútbol, empiezan a escucharse pitos en las gradas de algunos mentideros políticos de nuestra ciudad. No provienen solo del entorno de la anterior junta directiva. También de algunos significados seguidores que refrendaron en las urnas a la nueva, y que creyeron, con más o menos entusiasmo, en el nuevo proyecto.
Se quejan esos viejos rockeros curtidos en mil batallas populares del blindaje con el que algunos comisarios políticos protegen a sus jefes, ora posponiendo sine die peticiones de audiencia, ora vetando directamente a quienes ejercen la crítica legítima en medios de comunicación y redes sociales. Algunos de esos comisarios, con las mismas manos con las que ayer enarbolaban pancartas, ejercen hoy de palmeros. La vida (política) es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar.
Silba también la hermandad de utópicos sin hipotecas partidistas contra una estrategia de comunicación manifiestamente mejorable. ¿Tiene pensado el responsable de Medio Ambiente contarnos algún día quién manda realmente en su área y cómo recuperaremos los 90.000 euros de la barra libre de Las Viñas? ¿Aparcamientos sí, no, o todo lo contrario? ¿Cuándo acaba la presentación en sociedad y la Gira Promocional de Sí Mismo del concejal de Turismo? Por otro lado, más allá de que el equipo de gobierno se alegre mucho del éxito y de la expansión del festival, nadie nos ha explicado aún por qué los del Monkey Week se han mudado al Planeta de los Miarmas. Probablemente fueron razones estrictamente económicas, pero nos gustaría saber si cuando sonó por primera vez la voz de alarma se hizo todo lo posible para que se quedaran. No llorábamos tanto por culpa de unos monos desde el pasodoble de Los Simios al niño de Puerto Real.
Hay sin duda logros importantes que la mayor parte de la ciudadanía aprueba y celebra. Pero sería un error mayúsculo ignorar esa música de viento de un sector de la afición que se ubica en la parte izquierda del graderío. Esos que no se conforman con vencer sino que exigen también convencer. Y si es posible, jugar bonito.
(Diario de Cádiz, 29 de enero de 2016)